jueves, 31 de marzo de 2016

La maldición del oído absoluto/relativo

Todos aquellos que no tengan especial relación con la música (quiero decir con mayor grado de conocimiento sobre términos musicales) desconocerán la existencia del oído absoluto, bien. El oído absoluto se define como aquella habilidad tal que poseen algunas personas de identificar cualquier nota que se toque en un instrumento musical simplemente con oírla, capacidad de identificar la frecuencia de un estímulo auditivo aislado sin la ayuda de un estímulo auditivo referencial.

Algunos se preguntarán, ¿pero es qué no todos los músicos poseen esta cualidad? No necesariamente, es más, la prevalencia estimada de este "don" es de 1 sujeto por cada 10.000 personas. No obstante, el oído "absoluto" no es tan absoluto (por eso también recibe el nombre de relativo), esta virtud se ve asociada, como anteriormente he explicado al hallazgo de una nota concreta (no es más que una frecuencia valorada con nombre), la frecuencia establecida a día de hoy es de 440 Hz, frecuencia reconocida como nota "La", a partir de esta, los nombres de las siguientes y anteriores se van imponiendo. Por esta mismo motivo, una persona que no acierte la nota estimada a 440 Hz no quiere decir que tenga menos razón. Quizá su oído esté dirigido hacia otra frecuencia.

Ya aclarada esta relatividad, pasemos al tema central. ¿Que para qué te sirve tener oído absoluto en la vida cotidiana? Para absolutamente nada. Pero es guay.  El oído absoluto es una de las habilidades más preciadas para los músicos, facilita muchos aspectos, comenzando por la resolución de dictados musicales (al menos melódicos), pasando por lo ameno que resulta la composición, comer en un restaurante con música de fondo agradable, sacar las notas y recrearlas en tu casa, ir a un concierto y saber la tonalidad de la obra y, por último, careciendo de portar afinador en mano, ya que tú te conviertes en tu propio afinador... pero, ¡espera! Cuando tus compañeros musicalizados se enteren de tu habilidad, ¡no te dejarán en paz! Todo lo que anteriormente parecían ventajas se vuelven en tu contra para que ellos se lucren de tu don. 

- Eh, dame un La, que quiero afinar...

- ...

- Ayy, dime las notas de esta canción que es muy chula!

- ...

Pero ni de lejos esto es algo que agobie, o a mí por lo menos, de alguna manera u otra me hace sentir valorada. Para dejarles anonadados, sólo hay que decir en que nota pita el claxon de un automóvil, o, cuando soplamos una botella medio vacía, o vacía, decir también su frecuencia y notar la envidia posada en sus miradas... está muy bien, pero como ya he dicho anteriormente, no sirve para nada en tu día a día. 

Pero, ¿qué ocurre cuando te centras de más en esto? ¿cuándo tu oído se centra en buscar sólo notas y no sonidos? Aquí empieza, lo que para mí sería esta maldición. 
Mi experiencia personal empezó cuando, al primer año que empecé con violonchelo, todos los estímulos se volcaban en mi oído. Los cláxones dejaron de hacer ruido y comenzaron a soltar notas, el aceleramiento de una moto también, al igual que los pájaros ya no cantaban, sólo emitían frecuencias. Mis pisadas ya no eran visibles por la vista, sólo por el oído, afirmando que en tal superficie, su nota correspondiente era un fa#. Pero eso no era lo peor de todo. Lo peor de todo era cuando las personas me hablaban y no podía concentrarme en las palabras porque dejaron de tener un sentido. Sólo sentía melodías aisladas de cualquier vocablo. De verdad, si quería concentrarme, tenía que prestar mucha atención, e incluso pedir una reiteración de la frase dicha. Ya no entendía las palabras, y me exigía a mi misma que esto acabara. Al caer la noche, el silencio tenía hasta sonoridad, y, cualquier estruendo resonaba como un forte tocado con arco por un gran contrabajo. El sueño se fugaba de mi mente como cualquier fuga de Bach. No podía entender algo si no era mediante frecuencias. Hasta que paró. Porque yo quise parar. 

A día de hoy me sigue ocurriendo, pero en menor grado y menos días. Pero sigue siendo horrible. Este horror se compensa por los días en los que mi oído decide no funcionar y mandar muy lejos cualquier tipo de frecuencia. Porque días malos también los tenemos todos. 

En fin, esta cualidad sirve para asombrar a tus compañeros y para odiarte a ti mismo si está demasiado desarrollado. Y también como afinador. 

*quiero aclarar algo, no quiero sonar pedante, ni mucho menos. Sólo quería exponer mi experiencia personal hacia este tipo de cualidad. Ah, y existen también muchos tipos de oído absoluto. Pero, si os interesa este tema, informaos vosotros mismos, es interesante: tipos de oído absoluto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario